Marlon McMahon

DESCRIPCIÓN FÍSICA

Marlon es un chico más bien corriente y moliente. No tiene nada extraño, no tiene nada destacable, no tiene dos cabezas (y menos mal, dicen quienes le conocen, porque con una ya es más que suficiente).
Es el típico chico que encontrarías en cualquier instituto o, en este caso, cualquier escuela de hechicería. Por su alta estatura se nota que de pequeño tomó muchos petitsuise y que se quedaba en la cama hasta avanzadas horas del día, llegando a rozar, de este modo, el metro noventa en su adolescencia más avanzada. Su constitución es más bien fibrosa, propia de un niño de su edad que todavía tiene que crecer un poco más en los siguientes años. Quizá llegue a estar musculado en brazos y espalda cuando comience a jugar al quidditch, pero nada exagerado que le haga parecer un monstruo traga-esteroides.
Su pelo es castaño claro, desordenado, ni muy largo ni muy corto, y su sonrisa tiene un deje pícaro que completa el conjunto con unos ojos azules bastante expresivos (y peligrosos).

DESCRIPCIÓN PSICOLÓGICA

El Gryffindor de tranquilo y sereno no tiene nada. De hecho, es todo lo contrario. Revoltoso, inquieto, curioso, no puede estar parado durante más de dos minutos si no es para maquinar un nuevo plan con el que reírse de alguien o inventarse alguna excusa para no asistir a las clases de Transformaciones del profesor Dumbledore (y la verdad es que se le da bien –inventarse excusas, no la clase, claro-). Padece lo que los muggles llaman “hiperactividad” y por eso le cuesta mucho concentrarse en una sola cosa si eso le requiere mucho esfuerzo. Así que prefiere ir dando tumbos de un lado a otro observándolo todo, en lugar de quedarse encerrado en una clase escuchando al profesor charlar y charlar. Esto de saltarse lecciones le ha granjeado algunos castigos.
De carácter generalmente afable, su simpatía se revela en una sonrisa amplia y en los múltiples chistes que cuenta en cuanto pilla ocasión (es un poco payaso y no lo puede remediar). Amigo de sus amigos, también es enemigo de aquellos que le tocan las narices, y es algo que suele pasar a menudo, por lo que no es raro verle discutiendo a voces o incluso llegando a los puños con algún imbécil (sobre todo si tiene algo que ver con el quidditch). Tampoco es extraño verlo castigado por esas mismas peleas o por alguna trastada, y en el claustro de profesores ya lo conocen a la perfección: “¿Habéis visto lo nuevo de McMahon?”, “Es la tercera vez que lo castigo esta semana y solo estamos a miércoles”, “Sugiero empezar a utilizar métodos más radicales, ¡no quiero más ratas en mi té!”.
A pesar de que no es un estudiante brillante ni medianamente destacado, siempre intenta esforzarse todo lo que puede en los deberes y exámenes, y si es necesario pide ayuda a alguno de sus compañeros de clase para mejorar. No por nada sus padres están haciendo un soberano esfuerzo para poder llevarlo a esa prestigiosa institución que supone Hogwarts.
Respecto a las chicas, y dado que está en plena adolescencia y revolución de hormonas, le es imposible no seguirlas con la mirada cuando van por el pasillo y no desperdicia una oportunidad de ligar con ellas si ve que tiene posibilidades. Y puede llegar a ser muy insistente cuando se lo propone, rozando incluso a la pesadez (pero no se lo tengáis en cuenta, al fin y al cabo es un buen chico).
Le es leal a sus amigos y arrojo no le falta en las situaciones más peliagudas. Quiere a su familia y haría cualquier cosa por ella, incluyendo en esta categoría a sus mejores amigos, hermanos para él. Revolucionario, es incapaz de ver una injusticia sin meterse en medio a ver qué pasa, tomándose como algo personal los abusos que se producen a su alrededor incluso cuando no tienen nada que ver con él. Y es que el chaval nos ha salido cabezón. Qué le vamos a hacer.

HISTORIA

Sus diecisiete años de vida no han tenido, hasta ahora, nada especialmente extraño. De madre bruja y padre muggle, la magia nunca fue algo prohibido ni problemático en su relación, sino que Peter lo aceptó de buen talante y no quiso separarse de Addie ni siquiera tras conocer la verdad. De este modo se formó la familia McMahon, cuyos frutos fueron Marlon y Meika.
Él, un tormento que se movía como un huracán y explotaba como un volcán. Ella, cinco años menor, más tranquila y sosegada, estudiosa y trabajadora. Los dos hermanos eran como agua y aceite pero, extrañamente, se llevaban bien. Meika aceptaba como podía las bromas continuas y pesadas de su hermano, devolviéndoselas de vez en cuando. Marlon cuidaba de su hermana con su propia vida, metiéndose con quien tuviera que meterse y pegando a quien tuviera que pegar (y le ha costado muchos problemas).
Siendo pequeño era muy habitual verlo con hematomas en las piernas de tanto subir y bajar árboles, y a veces un ojo morado completaba la estampa, prueba inequívoca de que ya se había involucrado donde no tenía que haberlo hecho. Nunca le importó el dolor y nunca le prestó mucha atención. Pensaba que se haría mucho más fuerte y que cuando fuera mayor nadie podría con él (todavía estamos a la espera de ver si su teoría es verídica, aunque lo dudamos mucho).
Creció en un barrio sencillo, con su sencilla familia en su sencilla casa, yendo a un sencillo colegio. Pero siendo un niño muy poco sencillo, pronto lo expulsaron de allí debido a las “extrañas singularidades” que presentaba de vez en cuando, como aquella ocasión en la que encontraron a Perry Williams en el tejado del cobertizo del bedel gritando que McMahon lo había subido volando y que no podía bajar y que no quería morir aplastado contra el suelo del patio. O aquel momento en el que, a las doce y media justas, los espaguetis del comedor se convirtieron en gusanos y encontraron a Marlon en la cocina riéndose con lágrimas en los ojos.
Por ello terminó los estudios en casa, con su madre como profesora, hasta que tuvo la edad suficiente como para asistir a Hogwarts: un sueño hecho realidad.